Restaurante 1928 - Canfranc-Estación, Huesca

Silvia M. T.

Fue un regalo sorpresa de mi marido por mi cumpleaños y la verdad que nos encantó. Cogimos el menú corto para cenar y todos los platos, del primero al último muy sabrosos y muy bien presentados. Todo muy cuidado al detalle y el servicio estupendo. Acabamos bien llenos y no pudimos comernos los últimos dulces caseros y tuvieron de detalle de prepáranoslo para llevar, sacándonos unas maletas que hacían de cajita iguales que las que pusimos en nuestra boda. Nos hizo mucha ilusión. 100% recomendable! Muchas gracias

Javier H. N.

Restaurante único por su localización, se trata de un antiguo vagón de tren, reformado con todo lujo de detalle, es un espacio muy reducido, que genera un ambiente íntimo y exclusivo. Es necesario reservar con bastante antelación. La comida es una reinterpretacion de platos tradicionales aragoneses y franceses. La experiencia es única y recomendable, pero si no te gusta la cocina moderna quizá no te compense el coste del menú.

Ch. M.

Ha sido una de las mejores experiencias gastronómicas que he tenido, en un antiguo vagón con una ambientación maravillosa. Una presentación impecable de platos deliciosos y muy elaborados con una exquisita explicación de cada uno de ellos. Recomendable 100% solicitar maridaje, y especial mención a Ana por su amabilidad y atencion, que acertó con todos y cada uno de los vinos que nos presentó para cada plato. El personal es de 10 con una atención impecable. Animo a venir a todos los que quieran disfrutar de una cena excepcional en un ambiente único.

Carlos B.

Aún estoy haciendo la ola. Experiencia inolvidable en todos los sentidos. Existen dos opciones de menú, el corto (85 €) y el largo (125 €). Nosotros optamos por la segunda opción. Ambiente genial, cocina trabajada y bien estudiada y una atención maravillosa por parte del personal de sala. Para volver cuando cambie el menú sin duda.

José C.

Un lugar privilegiado y original, un vagón de ten en vía muerta en el que realizar un viaje gastronómico único. Para aquellas personas que no tienen problemas alimenticios y quieren darse un homenaje es un espectacular espacio.

Chema R.

Los que habéis leído mis reseñas sabéis que soy un gran admirador de la buena calidad precio y que no soy asiduo al lujo ni a lo exclusivo aunque darme un homenaje cuando de comida se trata es, sin duda, uno de mis vicios.

El Restaurante 1928, o "Vagón francés" por si escuchas algún susurro con este atractivo apelativo, es más que un restaurante es una experiencia. Con todo lo que de vivencial que requiere lo experiencial. Este pareado es un poco "demasiado" pero seguimos.

Sólo la entrada al vagón es una entrada al pasado. A esos locos 20 cargados de glamour sin exceso y elegancia geométrica. Ya estás en otro mundo. Como instagramer cincuentón que soy y hechas las fotos primordiales nos sientan a comer en un restaurante vagón de apenas seis mesas. Porque si la idea es hacer del comensal algo especial, el logro es un 10 absoluto.

Servicio impecable, explicaciones de los platos y su mezcla franco-aragonesa que es la fuente de inspiración de los chefs. Yo no soy un entendido pero mi paladar puede enfrentarse a algún reto, ¿Por qué no?

Los entrantes deliciosos. No creo que deba exponer cada plato pues hay que dejar misterio para los que vengan después. Pero como las reseñas de google son para recomendar. Es mucho lo que merece la pena.

Puedo decir que ningún plato decepciona, que la variedad es sorprendente, exquisita y, por que no decirlo, artística. Como de debilidades se trata diré que el "Arroz Niral de Alcolea de Cinca meloso con Rodaballo, ratatouille de la Provenza, romesco y aire de tomillo" es distinto a todo lo que haya probado en el mejor sentido de la palabra. Y para mí, eso es decir bastante. Pero hay un plato que me dejó fuera de onda: el "Bogavante confitado, espuma de erizo y chips de coco" es algo excepcional. Sabor de suaves que se vuelven fuertes y que combinan en un plato que es más un universo que un plato. No voy a decir más que algo hay que dejar a la imaginación. Diremos que postres, plantos y entrantes son acertados y lo vas a disfrutar.

Eduardo Salanova y su equipo (Loic Zorabal y siento si mi ignorancia olvida a alguien más) en el que me consta que hay gente de sobrado talento hacen magia.

Como ya sabéis que mis reseñas son prácticas os diré que hay dos precios cerrados para menú, no es barato pero tampoco desquiciante para hacerse un regalo y os aseguro pero nada que no merezca la experiencia.

La experiencia del Restaurante 1928 es una de esas que hay que probar. Porque sentirse un día en el Orient Express es algo que no tenemos todos los días. Os lo recomiendo sin peros.

guillensaur92

Cocina francesa del siglo pasado actualizada con técnicas modernas utilizando productos aragoneses y en especial de la Jacetania. Cuidada presentación, sabores aragoneses y franceses, cristalería fina y elegante. Reinterpretación de platos populares de ambas zonas. Servicio, bodega y ambiente a la altura.

Irene G. D. L. M.

Ha sido una de las mejores experiencias gastronómicas de mi vida!!! Además de ser toda una experiencia cenar en un vagón de tren de los años 20.
Desde que entras te sientes en 1928 y todo lo que viene despues es increíble.

La comida es de otro mundo. Elegimos el menú largo y mereció la pena.
La ostra, el arroz, la trucha, el bogavante... Todo delicioso y espectacular. Del sorbete previo al postre me hubiera pedido uno para llevar.

El personal es muy muy muy atento, son todos excelentes profesionales.
Ana Acin te asesora en todo lo que necesitas a la hora de elegir plato o vino.
Los camareros de 10, sus explicaciones de los platos son pefectas. Especial mención a Ignacio que nos guió por cada plato que su compañera y el nos colocaban en la mesa.

Tuve la suerte de celebrar mi cumpleaños alli (25 de septiembre) y compinchados con mi acompañante me dieron una sorpresa que jamás olvidare.
Gracias por hacernos pasar una velada tan tan especial.

Como sugerencia: el vagón necesita un ropero, una "burra" o un pequeño armario donde poder dejar los abrigos. Es incómodo tenerlos en esas sillas tan preciosas del restaurante.