MCB Comunicación
5/5
Evasión y descanso
El Oasis se encuentra maravillosamente integrado en un valle, rodeado de árboles de frutas tropicales y flores silvestres, envuelto en los sonidos de la naturaleza.
Llegamos el viernes más tarde de las 12 de la noche. Aunque nos habían avisado que el check in finalizaba a la medianoche, muy amablemente Leo fue a buscarnos a una venta cercana, muy fácil de encontrar, y nos dirigimos a El Oasis a unos 10 minutos, siguiendo el coche de Leo.
Al llegar, Sandra nos recibió con una sonrisa (a pesar de lo tarde que era) y nos mostró las habitaciones y las instalaciones. Todo lo que nos iba enseñando nos enamoraba y superaba nuestras expectativas: el tamaño y limpieza de las habitaciones, decoradas con personalidad, atención al detalle y con mucho gusto estético; la cocina común, totalmente equipada con cafetera, refrescos y cervezas a precios módicos; la zona del comedor interior, que a su vez alberga la amplia biblioteca con chimenea, y la acogedora terraza, con cómodas sillas y mesas, entre limoneros y aguacates, un horno de piedra y una decoración armoniosa bajo una cúpula celeste plagada de estrellas, que se reflejaban en agua de la piscina.
Nos fuimos a dormir en una cama King size con un colchón comodísimo y diferentes almohadas para escoger, en el silencio de la noche apacible y con una temperatura perfecta.
A las 7:30 de la mañana bajamos a desayunar, porque teníamos concertado un descenso de barrancos y habíamos quedado muy temprano.
Leo había preparado un desayuno completo y saludable en la zona de la biblioteca, divisando las primeras luces de la mañana iluminando las copas de los árboles, en una quietud y tranquilidad total. El desayuno estaba delicioso, compuesto por variados productos locales de temporada.
A eso de las 7 de la tarde regresamos, exhaustos, a la calma de El Oasis. Nos alegramos enormemente de haber concertado la cena allí mismo a las 21:30, así tuvimos tiempo de darnos un baño en la piscina, decorada con preciosas baldosas y el agua a la temperatura perfecta (para nuestro gusto), limpia y sin rastro perceptible de cloro. Nos relajamos en las hamacas, comodísimas y, como todo en El Oasis, con mucho estilo y atención al detalle.
La cena estaba preparada en una romántica mesa en la terraza. Sandra nos sirvió un delicioso entrante, una riquísima carne como plato principal, acompañada de patatas y ensalada de judías y tomates Cherry de su cosecha, con queso “elaborado por el vecino”, culminando con un postre exquisito preparado por el chef Leo 😉. Un menú sencillo pero muy nutritivo, platos caseros elaborados con los productos naturales de esta tierra fértil y excepcional.
Estuvimos charlando y nos sorprendió averiguar que ni Sandra ni Leo se han dedicado a un oficio relacionado con la hostelería anteriormente, lo que demuestra que aquello que se hace con el corazón y desde el cariño, puede superar al más profesional con creces.
Esa noche dormimos tan plácida y profundamente ¡que nos despertamos pasada la hora del desayuno! Sandra, en su infinita amabilidad, nos ofreció desayunar aún así, disfrutando los últimos momentos de paz, alejados de todo el bullicio de playas y zonas turísticas, inmersos en la naturaleza, y atendidos por la acogedora hospitalidad de Sandra y Leo, en un oasis de tranquilidad, donde nos hemos sentido como en nuestra casa. ¡Gracias por un fin de semana inolvidable! ¡Volveremos!